Thursday, January 18, 2007

Sé por tus marcas...cuanto has dejado...para olvidar lo que hiciste

Mientras ella siente como le inyectan la anestecia por la vena de su antebrazo derecho, le pasan por la mente miles de recuerdos, todos lo incluyen a él, pero ella no sabe si él la amó o sólo se la tiró. Fueron muchos meses juntos, fueron muchas las cosas que pasaron con él, pero una de ellas se quedó impregnada en ella, impregnada en su vientre.

El doctor la tranquiliza, ella tiembla, la enfermera le pide que no haga bulla, pero ella llora y sus sollozos se oyen en la sala de espera del consutorio. Mientras esta hechada en la camilla ella interroga al doctor sobre lo que está a punto de pasar. El doctor le pide que se relaje y que todo será más fácil si ella pone de su parte.

Dentro de su cabeza empiezan a navegar más y más recuerdos, ésta vez está su mamá presente en ellos, sus hermanas, y cuando menos se lo espera ella esta inmersa en un viaje profundo y lleno de colores y luces que no puede entender.

Siente como el doctor ingresa en ella, siente un dolor dentro de su vientre, siente como le arranchan algo desde lo más profundo de sus entrañas; ella desespera, nunca pensó que sería tan rápido ni tan brusco. La enfermera le tapa la boca y ella grita del dolor, se entremece en la camilla pero el doctor le pide que no se mueva, que tiene que usar aquella pala dentro suyo para remover todos los restos.

En sus sueños ella piensa que no pertenece a este mundo, que tiene poderes, que puede volar. Ella siente odio, siente ganas de matar, las ganas de verlo a él nuevamente crecen pero ésta vez no es para abrazarlo sino para clavarle un pica hielo en la yugular. La enfermera le sube el volumen a la radio, la toma con agresividad y pellizca sus brazos para que deje de moverse.

El doctor suda, y continúa con su árduo trabajo, mientras éste osculta dentro de ella, ella oye los chorros de sangre caer por debajo de la camilla, en algún momento abre los ojos y ve que le enfermera le está tapando la boca. Ella le ruega que la suelte, le jura que ya no gritará.

En la sala de espera su mamá aguarda impaciente, daría su vida por evitar que su hija, ella, pase por lo que está pasando. Ser testigo del sufrimiento de su hija es lo peor que le puede estar pasando, su madre recuerda el cuerpo de ella tendido en el piso, recuerda la botella de ron escondida debajo de la cama y al lado, las pastillas para dormir que robó de su mesa de noche.

Mientras estaban juntas en la ambulancia, ella lloraba, "por qué no me dejas morir" reclamaba, pero su madre con la mirada fija y sus ojos llenos de lágrimas que parecían prisioneras, con contestaba.

Ella llegó al hospital y mientras el doctor posaba el gel helado sobre su barriga para saber el tiempo que aquello estuvo viviendo en sus entrañas, ella volteó la mirada, rogandole a su madre que ya no lo quería más. "Sácamelo" le gritaba con furia.

Ya todo ha terminado, ella está vestida, adolorida y de pie, su madre la abraza y caminan juntas hacia el auto, en el trayecto a casa ella le pide a su mamá ya no vivir más en esa ciudad, "si es posible irme del país, por favor". Y su madre hizo realidad la petición.

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