Tuesday, October 04, 2005

MI PUNTO “J”


VOL. I

Estando yo casada, comprometida enteramente a mi vida conyugal y siendo fiel de una forma que aún yo misma me impresionaba, decidí buscar un trabajo de medio tiempo mientras estudiada en la universidad, lo que encontré fue que un bar, de muy alta categoría, necesitaba una mesera, acepté el trabajo pese al poco sueldo porque supe que las propinas eran muy buenas.

Mi primer día en el bar, me percaté que la afluencia de público era baja, supuse que debido a los precios altos, sin embargo, había una clase de gente en particular que no cesaba de entrar, eran los “gringos”. De todas edades, rasgos, vestimentas y personalidades.

A mí siempre me ha dado mucha vergüenza hablar en inglés con alguien si no lo conozco y mucho más si sé que es un hablante nativo, pero la dueña del local, me forzó a practicar mi inglés con algunos de ellos que estaban jugando “pool”. “Sube a ofrecerles algo, y habla en inglés niña!” me repetía a cada momento.

Cuando subí un grupo de gringos estaba acompañado de las típicas “gringo hunters” que en mi país son mas ubicables como “las bricheras” pero de muy distinta descripción, acá en Chile, o en Antofagasta al menos, se les reconoce por ser aquellas treintonas de voluptuosa humanidad, vestidas muy apretadas y de tacones altos, muchas de ellas con un teñido rubio que salta a leguas y les fascina deambular por los sitios donde los incautos extranjeros pueden ser hallados.

Yo subí con una amplia sonrisa, la que me caracteriza, la típica sonrisa que demuestra que me estoy muriendo de los nervios, ofrecí lo que me habían mandado a ofrecer y muchos de ellos se dieron cuenta de que era “nueva” por lo que empezaron algunos comentarios que me sonrojaron un poco, pero uno de ellos, uno muy alto, se me acercó y me preguntó mi nombre, al contestarle, el lo repitió con una sonrisa que me confundió enteramente.

Pasó el tiempo, y como se veía venir mi matrimonio falleció, estuvo enfermo durante mucho tiempo pero un verano se rindió, no pudo más y dejó de respirar. Yo tenía como distracción mis estudios, mi tesis y mi trabajo, después de un año en aquel bar ya era conocida por algunos de los gringos, me llamaban “kiddo”, me daban buenas propinas, me trataban muy bien.

“J” era genial, su forma de ser infantil me hacía reír, como yo trabajaba en el bar verlos ebrios era casi una costumbre, nos hicimos algo así como amigos, me contaba sus cosas y debido a que su español era terrible siempre hablábamos en inglés. Al pasar el tiempo algunos de los gringos pedían que sea yo quien los atienda porque se sentían cómodos hablando inglés todo el tiempo.

Soy mujer, y no tan desagradable a la vista, así que luego de muchas cervezas ellos me recordaban hermosísima que yo era, nadie se pasaba de la raya, conmigo eran muy respetuosos, no así con algunas de sus acompañantes, pero al que nunca veía acompañado era a “J”.

Una noche saliendo del bar, en la madrugada, y con algunos tragos de más me encontré con el mejor amigo de “J”, un gringo achilenado con una “polola” espantosa de inmesurable busto y de una falta de inteligencia que se le salía por los poros, estaba muy borracho, y me pidió que lo acompañe a su casa, era cerca así que no me negué, al llegar, pasó lo innombrable, a la pobre novia le crecieron tremendos cuernos por mi culpa.

Pasaron los días y para mí fue como si nada, nunca mencioné el tema, con nadie, no me sentía bien, pero necesitaba un desfogue de energías más que urgente así que callé mi placer culpable, prometiéndome a mí misma que no se repetiría. Parece que este gringo no pensó lo mismo, y un par de semanas después “J”, pasado de tragos se despidió de mí en la puerta del bar y me pasó un papel con su dirección y me dijo que me esperaba más tarde.

Sentí una furia incontrolable y como ya me tenía algo de confianza la aproveché para tirarle el papel en la cara y le recomendé algunos puntos de distracción masculina donde podía satisfacer su deseo no sin antes acordarme de su madre y de algunos defectos suyos a los que hice hincapié usando sendos epítetos y de más insultos.

Me sorprendió esa reacción en él, “J” no es así pensaba yo, pero lo dejé pasar y nuestra relación se devolvió al punto de partida donde él era un cliente y yo la mesera. Después de una semana sin verlo un día llegó sólo y muy temprano al bar, me dijo que quería hablarme y al estar solos se disculpó muchas veces, estaba arrepentido y me dijo muchas cosas que no viene al caso nombrar, pero todas muy dulces, las que me inhabilitaron para estar molesta por más tiempo.

2 comments:

Anonymous said...

Te felicito por el relato, muy bien escrito, entretenido y aunque suene mal, bastante cómico...espero que me sorprendas con nuevas anécdotas.

Kinky Devil said...

Bueno que lindo que mi vida les parezca comica... Mi estimado Elijah... todos somos ciegos al nacer dicen por ahi y al estar enamorados aun más.... nose si me enamore de éste asno, nose si es MI hombre, solo se que puta que jue dificil olvidarlo si es q aun hoy ya se puede decir que lo olvidé...
BESITOS:
KINKY!!!